4 de diciembre 2024
Una mesa redonda organizada por el Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos (ISIAE) en el CARI, tuvo opiniones destacadas en una primera mirada sobre las implicancias domesticas e internacionales de la segunda llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la relación con la Argentina.
Moderada por Fabián Calle; director del ISIAE, el encuentro contó con las exposiciones de Beatriz Nofal, directora del Comité de Estados Unidos del CARI, Sergio Berensztein, reconocido consultor político; Diego Guelar; Ex Embajador argentino en los Estados Unidos, Brasil y China; Felipe de la Balze; académico, economista, director del Grupo de Trabajo sobre la Inserción de la Argentina en el Mundo y Miembro Consejero del CARI; Jorge Liotti, periodista, profesor e investigador en la UCA, Luis Tonelli, analista político y Franco Rinaldi, licenciado en Ciencia Política (UBA).
En su intervención, Nofal destacó que esta segunda presidencia de Trump que se viene tiene un contexto internacional muy distinto a la anterior. “Mucho más complejo, guerras, conflictos geopolíticos, proteccionismo, propagación de subsidios, más allá de China, también en los países industrializados, fragmentación geoeconómica en los flujos de comercio e inversión, complejidades en lo sociopolítico y erosión democrática”, explicó. Allí EE.UU. tiene un rol de liderazgo y va a ejercerlo por ejemplo con la presidencia del G20 en 2026 y va a tener mucha influencia y en este contexto habrá que ver cómo impacta la política del “America First”. También hay un contexto diferente en cuanto a la relación bilateral con la buena sintonía política de Milei con la nueva derecha política de Trump. Para Nofal, este vínculo puede tener un impacto positivo en lo financiero en el corto plazo, por ejemplo, quizá se llega a un acuerdo con el FMI -50% de sus préstamos son con la Argentina- lo que podría generar un aporte entre U$5000/7000 mil millones, lo que mejoraría las reservas y esto no prevé condicionamientos respecto al tipo de cambio. En cuanto al mediano plazo, también puede ser positivo en lo económico. Por un lado, en materia de inversiones, ya que hay mucho interés en minería y energía, por otro en una agenda tecnológica – un punto que puede empujar es que Trump y Milei aparecen alineados en la desregulación de las redes y la IA y la posibilidad de que Argentina se convierta en un hub de desarrollo de algoritmos para la IA-. Pero se presenta un gran interrogante en lo comercial. Aquí Trump va a insistir en que China y México reduzcan sus exportaciones a EE.UU. Podrá ser una oportunidad para la Argentina?.
Advierte Nofal - en la foto- que el aumento de aranceles según JP Morgan puede llevar a un incremento de la inflación en 2% anual; esto frenaría la baja de la tasa de interés en EE.UU. y podría fortalecer el dólar, algo no muy bueno para los precios de los commodities y para la Argentina en particular. “A la Argentina no le viene bien un mundo con altas tasas de interés”, dijo. También los aranceles de Trump a China pueden generar un recorte de las compras chinas de commodities y buscaría proveerse aún más de los países de nuestra región.
Por otro lado, en 2026 se renegocia el acuerdo con México y Canadá, donde están abiertos temas como seguridad, combate al crimen organizado, y sobre todo el tema de inmigración.
Trump había elevado los aranceles a China en su momento y Biden no lo desmanteló. Para Nofal hay un cambio de época en las relaciones comerciales donde parece que el sistema de libre comercio con un discurso construido por el propio EE.UU. no esta funcionando. Pero Argentina necesita el sistema multilateral. “Si se debilita el sistema multilateral nos va mal. Argentina no puede florecer en un contexto con un sistema multilateral debilitado porque este promueve la integración al mundo, las exportaciones y la estabilidad económica”; dice. Añade que el país podría contribuir para que se cumpla el acuerdo de la OMC para acabar con el proteccionismo. EE.UU. es muy receptivo a esto, especialmente porque países como China tienen muchos subsidios y protección, como el acero. “Hay conciencia, acerca de que ponerse de acuerdo en que se cumplan las reglas de la OMC; sería el mejor camino para todos; porque, por ejemplo, nivelaría la cancha en materia de inversiones”; añadió. Según Nofal, lo que pase en la segunda presidencia de Trump respecto a nuestro país, no depende de lo que haga él, sino lo que ponga en la mesa el mundo en general y la Argentina en particular.
Asimismo, señaló que Milei no hace referencia a la integración regional, pero si a un acuerdo de libre comercio con EE.UU. Para eso, se necesitan dos condiciones. En primer lugar, que el Congreso de EE.UU. le de a Trump el fast track, algo que no se da desde Clinton. Quizá lo pueda obtener ya que se prevé que quede con mayoría en las dos cámaras. Pero por otro lado, se necesita convertir al Mercosur en una zona de libre comercio. No hay que olvidar que el Mercosur se pensó así, pero terminó como unión aduanera imperfecta. “Llevar a una zona de libre comercio a la región debe ser para fortalecer el mercado común y no destruirlo. Estos desafíos hay que transformarlos en oportunidades y por ejemplo, terminar con los subsidios internos. Para corregir problemas del sistema multilateral -que existen- debe apuntar al beneficio del mismo y no destruirlo. El país necesita de reglas internacionales, para alcanzar la riqueza”; dijo.
Del default a ombligo del mundo
A menudo, en sus presentaciones, Diego Guelar, - en la foto- ataca el vicio de los gobiernos argentinos de pasar de crisis recurrentes, marginalidad y default, a pensarse en la fantasía de ser el ombligo y la conducción del mundo. “La realidad es que lo mejor que nos puede ocurrir es recuperar aquello que en su momento éramos: al mismo nivel de Canadá y Australia, un país periférico rico. En 1969, Argentina representaba el 38% del producto bruto de América Latina, Brasil 24%, hoy Brasil es el 52% y Argentina el 15%. Eso marca lo que hemos retrocedido, por eso el objetivo es recuperar esa condición de máxima a la que podemos aspirar de país periférico rico”, añadió.
Agregó que hay dos elementos centrales para enfrentar en la relación con el mundo, uno recuperar el rol y la tradición importante del país en el sistema multilateral. Aquí hay que revalorizar el papel de la Cancillería, a la que se ha cascoteado y dejar de lado esa obsesión negativa de Milei contra los organismos internacionales - excepto el FMI y el Banco Mundial a la hora de conseguir recursos-.
Al mismo tiempo, Argentina y Brasil deben dejar de confundir las diferencias ideológicas de sus presidentes con la inserción regional al mundo. “El proceso de integración regional, es el más importante de los últimos 50 años. Hoy podemos asociarnos y coordinar acciones con Brasil en sectores como alimentos y energía para recuperar el posicionamiento y encausar el Mercosur. De hecho, podemos generar un G4 en materia de cambio climático con los grandes países y bloques como EE.UU. Europa o China y no es lo que estamos haciendo. Como nos sobra espacio en cuanto a sustentabilidad porque tenemos agua y aire verde es fácil ajustamos a programas sustentables, pero tenemos que hacer más y trabajar en conjunto con Brasil sería muy positivo”, explicó.
En su experiencia, algunas creencias optimistas sobre la relación del país con EE.UU. en general ha llevado a equivocaciones. “Es mejor actuar en cuestiones puntuales y allí se pueden recuperar posiciones como cuando en su momento se acordó la alianza como miembro extra OTAN. Aunque luego no se sacó provecho y la relación quedó congelada con el kirchnerismo, más allá de que quiso ser retomada por Macri. Ahora es un buen momento”, dice. En cuanto a China, el vínculo debe pasar por la agenda económica, dejando de lado temas de defensa, seguridad o institucionales.
Para recuperar la posición internacional, es necesario recuperar la ideología de la integración en el Mercosur, dice Guelar. “Mas allá de la alternancia política, no hemos podido construir una ideología de la integración sin importar la ideología de los partidos. Y este es un dato hacia adentro y hacia afuera. En la relación con EE.UU. y el ser aliado extra OTAN también estamos con Brasil. Ante la dificultad de avanzar con la UE ante su proteccionismo, lo lógico es que en la mesa del Mercosur acordemos con EE.UU. y con China en tratados de libre comercio. Esa sería una idea fuerza para aportar a la mesa, más allá de todas las complicaciones del bloque. Pero en este mundo complejo tenemos que enfrentar estas diferencias en común”, argumentó.
La profunda crisis demócrata
El consultor Sergio Berenztein se refirió más a la situación institucional de la democracia americana.
Señaló que frente a lo que algunos piensan referido a escenarios catastróficos que se vienen; el resultado de las elecciones en EE.UU. no marca una crisis de la democracia, sino una crisis evidente del partido Demócrata. Agregó que se tratará de una presidencia inusual e inédita, y que también repetirá lo que sucedió en otras presidencias: en apenas dos años, Trump se puede convertir en un “pato rengo”, al no tener posibilidades de reelección y donde el partido buscará un reemplazo, que puede ser su propio vicepresidente – como es normal en EE.UU.- u otros candidatos muy competitivos que tiene el partido Republicano. “Si bien todo esto implica un nuevo test institucional, no hay crisis institucional en EE.UU.”, dijo.
Si bien los especialistas le erraron feo – nadie vaticinó que la derrota Demócrata sería tan desastrosa y que Harris era una elección perdida desde el inicio- al parecer el consultor “si la vio venir”. Dijo que la crisis del partido Demócrata se da hace mucho tiempo, y en este caso ya vino con la renuncia de Biden presionado por la “nomenclatura” del partido y para evitar una ruptura se aceptó la decisión del hoy presidente de EE.UU. de elegir a Kamala que no era la candidata de consenso. “La derrota es consecuencia de la crisis. Más allá de la coalición multicolor apoyada por distintas minorías, así como pasó hace ocho años con Hilary, la estrategia posmodernista de Obama no funcionó, fue más el continuismo que los cambios y el partido perdió 7 millones de votos”, dijo Berenztein.
Mencionó como particular el sorprendente maridaje de Trump con el mundo tecnológico que hasta ahora se llevaba mejor con los Demócratas.
Frente a las dudas que planteó Luis Tonelli, más como provocador del debate sobre algunas tendencias de Trump de querer abrazarse al poder – ejemplos no faltan como la toma del Capitolio-; Berenztein, sostuvo que el mejor ejemplo de que la democracia funciona en EE.UU. es que la campaña que costó U$15 billones y que viene ampliando el financiamiento del aporte privado – la Corte demócrata en su momento tumbó las históricas restricciones por ley que tenía el sistema- permitió recaudar unos U$1200 millones a Kamala, cuatro veces más que el dinero de la campaña de Trump. Es decir el que recaudó más perdió. “Esto es muy sano, porque la idea de plutocracia que tienen algunos de la democracia americana, no funcionó en este aspecto. La campaña con más dinero, saco 7 millones de votos menos”, explicó
Otro ejemplo de que los resortes institucionales siguen vigentes es que Trump impulsaba un líder de la mayoría en el senado – un cargo con mucho poder en la agenda- que quedó desplazado por otro republicano. “Normalmente estos líderes no les hacen la vida fácil a los gobiernos. Las coincidencias entre la mayoría republicana y Trump no necesariamente implica que sigan las decisiones, porque la división de poderes en EE.UU. funciona. Por ejemplo, la cámara baja alinea mucho los intereses de las dos partes con las decisiones de los propios legisladores y eso es muy importante a la hora de entender la dinámica del voto y el consenso”, dijo el consultor.
Otro tema es la decisión de quien se pensaba elegido como procurador general de retirar su candidatura por algún escándalo, lo que marca también la decisión de Trump de acotar lo que pueden ser este tipo de situaciones. “En definitiva, no hay un riesgo de la democracia en EE.UU., hay gente enojada por la derrota, o de aquellos que defienden la cultura woke, pero más bien hay una victoria a partir de una campaña que entendió mejor las ideas del votante y eso habla muy bien del sistema. Pensar en un proyecto hegemónico de Trump ahora me parece de una elasticidad conceptual exagerada”, cerró Berenztein.
Estrategia a largo plazo
Por su parte, Jorge Liotti señaló que por más que Trump llegue al poder, con el paso del tiempo, la mirada contestataria de Milei expresada en los foros globales, especialmente sobre las relaciones internacionales y el contexto global, al parecer va a requerir una sintonía más fina, de forma de interpretar mejor cómo pararse frente a una gestión que quiere seducir o alinearse con EE.UU., definiendo en qué temas hay afinidad para avanzar. Aquí también hay incertidumbre respecto a la diplomacia de carrera y la continuidad o consistencia del actual posicionamiento de la Argentina a nivel externo en el mediano y largo plazo. Se agotarán estos posicionamientos del presidente en el mediano plazo con el recorrido político?; son funcionamientos individuales y personales, o es un efectivo cambio de dirección del país?, se pregunta Liotti. La misma pregunta que se hacen desde afuera y desde adentro también. “Esto requiere de una mirada más profunda, estratégica, más profesional y menos ideologizada, sobre hacia dónde quiere apuntar el gobierno”, explicó.
A su turno, Felipe de la Balze; - arriba en la foto-se enfocó en el tema Ucrania y cree que con Trump existe la esperanza que la guerra termine con un acuerdo. Llegar al mismo tiene por supuesto, muchas dificultades. Uno de los problemas es que una guerra es mucho más difícil terminarla que iniciarla y si se puede llegar a una paz duradera, señaló. Recordó en ese sentido, la cantidad de acuerdos de paz que no duraron. Por ejemplo, el revanchismo francés que se replica luego con el revanchismo alemán. Se puede ver paz duradera cuando hay derrota completa del que pierde, dijo de la Balze, como sucedió con Alemania y Japón que terminaron siendo aliados de EE.UU.. Por otro lado, la paz es duradera cuando la reconciliación es genuina. Y se plantean muchas dudas de cómo puede llegar a quedar el frente interno en Ucrania si las cosas quedan como están hoy. “Si alguno queda mal herido será una paz transitoria. Lo cierto es que un Acuerdo va a definir el futuro de Europa e incluso las relaciones de los países centrales y China”, puntualizó.
Respecto a lo que puede producir un acuerdo de libre comercio de Argentina con EE.UU. hizo la típica comparación con Chile que tiene acuerdos de este tipo con EE.UU., China y la UE, muy alejado de lo hecho por el Mercosur. “Abrir una negociación de este tipo con EE.UU., nos permitirá restructurar el Mercosur, algo positivo. Un bloque que ha dejado de ser constructivo hace mucho tiempo, en términos de mejora del comercio, barreras arancelarias y no arancelarias, coordinación económica. Nos abre las puertas a algo diferente de los problemas que ocurren hoy donde no controlamos nuestra política comercial y es un cuarto sin salida. Un acuerdo de libre comercio con EE.UU. va a llamar la atención de Brasil y nos abrirá la puerta para renegociar el bloque”, cerró.